lunes, 23 de mayo de 2011

Sobre la marcha: Concierto de Ara Malikian y Juan Francisco Padilla

Transcribo con algunas correcciones las anotaciones tomadas al azar durante el concierto ofrecido en el Aula Magna de la Universidad y luego camino de casa, en la tarde noche del pasado jueves.

Es un placer asistir a semejante derroche de fuerza expresiva. La magnífica acústica del local esparce las notas de manera asombrosa, no es preciso estar junto a ellos para estremecerse con los acordes arrancados al violín y la guitarra.

La soltura de Ara con el castellano es notoria, hasta el punto de permitirse algún guiño de envergadura como esa "mala leche" propia del carácter de Manuel de Falla. Verle actuar obliga a preguntarse cómo es que esa larga melena suelta no le interfiera en momento alguno con el violín y el arco, mientras ejecuta ese juego de manos con seguridad de ajedrecista. En sus brazos, en sus manos, en sus dedos y en los tendones que los mueven obra una precisión centesimal de movimiento, coordinados perfectamente con un oído afinado desde la infancia. Padilla es magnífico y no le va a la zaga. Nombre de torero y aspecto de gitano guapo en alguien que compagina con Ara música y amistad, un grupo innumerable en tan solo dos personas.



Una chica joven está sentada delante de mi a dos filas de distancia y porta una cámara de fotos con un objetivo enorme. En una pausa entre dos piezas se le acerca un hombre con otra cámara, pelo largo y unos treinta y tantos años, y le susurra unas palabras con un respeto que pasa de lo profesional, trabajando y moviéndose con el mismo sigilo que si asistieran a un entierro o a un lugar en guerra. Por un momento me parecen una versión perfectamente válida de Olvido Ferrara y Andrés Faulques, El pintor de batallas.

Qué maestría: he ahí el violín de la banda sonora de La flaqueza del bolchevique. Acordes que estremecen, que ponen el vello de punta y atraviesan la carne y diluyen la sangre en las venas produciendo un efecto de irrealidad, felicidad y abstracción extremadamente similar al producido por una droga.

Además de arte derrochan buen humor, palabras que atraen al disperso y hacen vibrar aún más a un público encantado. Qué gran frase: lo que importa cuando uno está sobre el escenario no es lo mejor o peor que lo hace, sino el transmitir algo. Sentimiento llevado entre acordes, arte prorrogar una misma nota sin se se perciba el movimiento del arco y de fundir sonidos y silencios en un solo elemento.

Ara Malikian y su imaginación: playera como dedicatoria de Pablo de Sarasate a uno de los tres o cuatro mil pares de zapatos que componían su colección. Y además define a Falla, sin despeinarse, como un poco friki.

Cierran el programa con una jota de Sarasate. No hay palabras, o mejor dicho, no sabría usarlas, para expresar la maestría y perfección con la que combinan ambos instrumentos en tantos géneros musicales distintos.

Una nota aguda de violín acompasado por un leve y casi imperceptible murmullo de la gente en la penumbra de la sala y por un instante viene a mi cabeza cierto tango de Gardel, y me siento el Oskar Schindler de la película de Spielberg, recién llegado al cabaret, fumando en silencio mientras miro a la gente entre la escasa luz.

Ara se levanta y da unos pasos por el escenario sin dejar de tocar, y a continuación baja por la escalera al pasillo central, caminando unos metros tan concentrado en la música que parece no ver nada más de cuanto le rodea, acompañado por la guitarra de Padilla que permanece sentado. Espectacular el final de la actuación hasta el punto de no poder evitar ponerme en pie al igual que dos o tres personas más en toda la sala mientras aplaudo hasta dejarme las manos, observado por algunos que tal vez consideran este gesto una innecesaria muestra de notoriedad o una falta de respeto. Poco a poco la gente se va a animando y son pocos quienes permanecen sentados, mientras se escuchan vivas y los aplausos cubren los agradecimientos y reverencias de estos dos grandes maestros.

Salir a la calle y encontrarla especialmente fresca tras las lluvias, tomar el último autobús aún cuando la hora casi me obligaba a pensar que haría el trayecto a pié, luz en la cocina de un piso que conocí durante dos años y en la que probablemente alguien prepara la cena. Semáforos pasados en rojo, curvas tomadas con violencia por un conductor que recorre furiosamente los últimos metros camino de casa. Me bajo en una parada anterior a la mía para caminar un poco en la noche solitaria dejando el urbano cuando aún no había arrollado nada ni a nadie, y para cerrar la noche marco un número de teléfono y recorro los últimos pasos en la compañía de un buen amigo que está haciendo de la música su profesión y probablemente pueda comprender mejor que nadie con las vagas explicaciones de un profano en la materia toda la magia que ha inundado un auditorio y hora y media de mi vida.




Uno de los asistentes grabó el inicio del concierto, y gracias a él podemos disfrutar de los primeros minutos de actuación (el volumen de la grabación es muy bajo, recomiendo subirlo en los altavoces):

2 comentarios:

  1. Tenía pensao otro comentario, pero tras leer el úlitmo párrafo creo que lo mejor es dejarlo en un emotivo

    GRACIAS

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  2. Me alegra mucho saber que te gustó el concierto y que merece la pena apostar por la cultura en al Universidad. Así que este año los hemos invitado otra vez (el día 30 miércoles, no el jueves 31 como viene en los programas oficiales)a las 20.30. Un saludo, Mercedes Castillo

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